miércoles, 28 de mayo de 2008

Del Modernismo al Postumismo

El Caribe domingo 27 de agosto del 2006


Por Bergson Rosario



Partiendo de la visión dialéctica de la literatura; las generaciones, tanto históricas como estéticas, promociones y demás agrupaciones que se conglomeran con el propósito de producir belleza a través de la palabra escrita, debemos tomar en cuenta a los escritores que anteceden a los que queremos tocar con la magia de la crítica.

El Modernismo no fue lo mejor comprendido por los historiadores de la poesía dominicana del siglo XX, ni siquiera por los mismos cultivadores del género, quienes en un momento determinado manifestaron su renuencia a aceptar lo desconocido que se destilaba en la poética modernista.

Sin embargo sobre el entarimado de la estética de los seguidores de Rubén Darío en República Dominicana, se ha de cimentar todo el constructo estético de las demás generaciones literarias que surgirán después en la senda de la poética.

En su mocedad poética, Domingo Moreno Jimenes, Andrés Avelino y Rafael Augusto Zorrilla conocieron a fondo los planteamientos modernistas desde los cuales parten para elaborar un amasijo estético, dando vida a un nuevo estilo poético que conlleva una nueva estética, nos dice Alberto Baeza Flores. Los postumistas hacen referencia al uso libremente de la palabra, sin ninguna restricción; exigiendo solo el buen uso, o uso adecuado, en el interior del poema.

Es posible, que conociendo los postumistas el parecer de los modernistas en cuanto al uso de las palabras en el interior de la obra poética, retomaran el significado de las mismas y la revistieran con el nuevo traje confeccionado a la usanza de su estilo.

En la revista de la Poesía Sorprendida correspondiente al No. XIV, de mayo de 1945, aparece un extenso artículo titulado “Visiones y revisiones de la poesía dominicana. La Poesía Sorprendida y El Postumismo”.

En el referido artículo los sorprendidos la emprenden en contra de los forjadores del Postumismo, especialmente en contra de Domingo Moreno Jiménez. Uno de los argumentos esgrimido por los sorprendidos para presentar a los postumistas en un plano decadente con respecto a los adelantos exhibidos por ellos frente a la referencia aludida por Andrés Avelino en “Fantaseos”, 1921, respondiendo a la interrogante: ¿con quién estaban? “El Postumismo se descubre ante tres grandes poetas de la América: Alma-fuerte (sic) en Argentina, Gastón Deligne y Vigil Díaz en Santo Domingo, este último reformador melódico de la prosa castellana e ilustre compañero nuestro.”

Ante esta respuesta, los sorprendidos reaccionaron con un comentario que los denuncia como desconocedores de la importancia de Almafuerte para la poética de los modernistas.

Nuestro crítico y poeta modernista Pedro Henríquez Ureña, comentado por Pedro Luís Barcia, en su obra “Pedro Henríquez Ureña y la Argentina”, 1994, nos da una idea de la vida del referido poeta, cuando afirma “En síntesis, Alma-fuerte encarna para Pedro Henríquez Ureña –en esos años mozos- la autenticidad humana, basada y espoleada por una actitud ética; una cierta capacidad profética de vate que anuncia una futura etapa de solidaridad humana, que supere razas, lenguas y límites; y que, como primer paso, generara la unidad americana, sin más distinciones entre latina y sajona.”(pág.17). Para los sorprendidos, “…Alma-fuerte, frente a Lugones representa en Argentina el retroceso,…” (op. cit., pág. 12).

Si realizásemos un breve comentario en función de ambos textos, es decir, de la opinión exhibida por Pedro Henríquez Ureña y por los sorprendidos, terminaríamos dándole la razón a los postumistas al elegir al poeta argentino, Almafuerte, como un paradigma a emular en el tortuoso camino de la poesía americana.

martes, 27 de mayo de 2008

Serrana






Dedico esta construcción poemática a esa mujer, cuya principal ambición es deambular sobre la columna vertebral del firme de la gran cordillera que atraviesa la isla de Oriente a Occidente, en un eterno conclubio con la naturaleza que la impregna con el olor de las flores y la luz de los amaneceres cotidianos. A ellas, porque saben la manera de hacer que las flores les presten el colorido que llevan impreso en cada una de las mejillas. A ellas por compartir sus tareas hogareñas con su propio deseo de existir más allá del confín de la vida.



I

Ayer vi una serrana
justo en la serranía
ayer vi una serrana
cuando yo venía
tenía en su sonrisa
el olor de una azahar
producto de esas flores
que abundan en el lugar

En su pelo una cayena
se vía relumbrar
era su boca tan dulce
como miel en el panal.
La vi lavar en el río
la ropa era un percal
era la ropa más blanca
que se pueda imaginar

La serrana está muy triste
la serrana del lugar
la serrana ya no viste
con las flores ni el percal
sus ojos de dulce trueno
que la naturaleza creó
está triste la serrana
porque su dueño partió.

Se fue a morar en el cielo
de la inmensa serranía
la serrana lo recuerda
en un mar de melodía.
Ahora canta la serrana
con sus lágrimas de mar
vestida de caracola
que la hacen suspirar.


II


Allá en la sierra verde
sueña feliz una serrana
sueña con volver a verlo
domingo por la mañana.
Él vendrá en Rocinante
o en un Pegaso alado
él la llevará delante
con el corazón prendado.


Le dará un castillo de sueños
todo rodeado de pinos,
la perfumará en la fuente
y la peinará el destino.
Siempre soñando la moza
se va perdiendo en las nubes
la serrana está sentada
mientras más su alma sube.

Se escucha en los elementos
el suspiro de una serrana,
se escucha, está llorando.
Ahora sufre la serrana.
Ya no hay sueños que alivien
el furor de su desdicha,
la serrana sufre el dolor,
sufre el dolor de la vida.

Él se fue, nunca volvió,
ella se quedó en tinieblas;
él, muy pronto la olvidó,
ella siempre lo recuerda.
Hay dolor en la serrana
padece de melancolía.
Una cruz en la sabana
y el verde de la serranía.











III

Un día de tanto gris
Se escuchó un lamento profundo
El aletear de un suspiro
Murió la moza en fecundo
Terreno muy puro y casto
Retumbó allá en los montes
La dueña del amor más caro

Dice la voz del pueblo
Entre nubarrones de lágrimas
Que desde aquel infausto día
Se convirtió en un ánima
Se murió la serranita
De pena o de amor, tal vez
Se murió y aún espera
Al amado que se fue.

IV

La sierra está muy mojada
se cierne en ella la niebla
la lluvia tendió una alfombra
tornando verde la sierra.
En el fondo del barranco
por donde camina ella
va del brazo de una canción,
canción sublime y eterna.

Se escucha el barrancolí
en su vuelo matinal,
se ve bajar la doncella
en busca del manantial.
La serrana lleva un trino
en sus labios de carmín,
lleva una rosa en su pelo
cultivada en su jardín.

Esta mañana subiendo
le hurté su fina esencia
ella es la niña más casta,
es una casta doncella.
Nacida de la inocencia
ve las vecinas cantar;
las vecinas son serranas,
son serranas del lugar.

Por su largo pelo negro
heredado del pasado
sube y baja una nube
con el corazón callado.
Sube con una sonrisa
por las hebras de su pelo
baja cuan larga la hebra
toda cargada de anhelo.

Con su carga de casabe
baja paciente sube la cuesta
va descalza, sin destino,
con su futuro a cuesta.
La serrana se presiente
cómo será el futuro
pues no le importa el mañana
aunque trabaje muy duro.



FIN