Por
Randolfo Ariostto Jiménez
“…compongo lo indispensable con esfuerzo…”
(Vicente Rodríguez Nietzsche, poeta, Santurce Puerto Rico).
“Los objetos son hermanos, comunican”
(Rafael Courtoisie, poeta y narrador, Montevideo, Uruguay)
Władysław Tatarkiewicz1 sostiene que “el arte de las palabras emplea la imaginación”. La palabra es lenguaje, lengua, traduce, impone, aclara mediante el habla un modo de decir y desdecir. En el proceso del decir que catapulta un mensaje y comunica, labora el correcto empleo de las palabras. Bosch2 denuncia que “desde el año 1948 y tantos (e insisto, porque eso es importante para ustedes y para la literatura dominicana), cuando quedó desmantelada la escuela hostosiana y no fue sustituida por ninguna otra escuela, empezó a perderse en nuestro país el hábito de la enseñanza de la lengua, y el dominio de la lengua se ha ido perdiendo cada vez más; y hemos llegado a un momento en que para expresarme yo tengo que hacerlo con un léxico que no creo que sea superior a 2 mil 500 palabras; yo, que soy un escritor de oficio. Los jóvenes escritores tienen un instrumento demasiado pequeño. Y si no es a través de la lengua, ¿cómo puede expresarse una literatura?”.
Bergson Rosario, en su Ortografía comentada3…, apertura el tema de la comunicación mediante un esbozo histórico de los medios de comunicación, sintetiza diversos conceptos y conceptualizadores, desglosa el proceso de inferencia en torno a los actos comunicacionales, elementos, manejo de “textos”, que yo prefiero nominar a la usanza de la etimología de la palabra como “tejido”, los hitos del proceso comunicativo, interferencias y tipos, conjugando en la Unidad I el éxito de su afán perfeccionista a la manera de los maestros que, como Martí, Hostos y Bosch, entregaron todo, ¡y con qué calidad!, al apremio de los discípulos.
La Unidad II, Acentuación y Tildación: sus reglas, se vale de una mixtura de tejidos ensayísticos, poéticos, periodísticos…para, de modo teórico-práctico, impregnar en el raciocinio del lector-estudiante conceptos de ortografía precedidos, muy al estilo bergsoniano, de un “esbozo histórico de la ortografía de la lengua española”. Nada escapa a la sana ambición del maestro en materia de acentuación y tildación. Las claves del buen decir brotan raudálicas bajo la capa de este mago de la abstracción pedagógica y convergen a disposición del escrutinio docente de forma solventada: “A consideración de la Real Academia, las mayúsculas han de ser acentuadas normalmente, además, nunca se ha legislado en sentido contrario”, pág. 152.
Un tejido que debe llegar a cada escuela, liceo, universidad, con la encomienda de motivar un renacer por el buen decir, el buen escribir y el buen leer, de provocar un enriquecimiento lexical, hacer bullir la imaginación, estimular el esfuerzo, en fin, defender la lengua de Bosch, apresto que solo es posible por medio de la correcta ortografía.
Mao,
lunes 16 de mayo de 2011
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