sábado, 20 de diciembre de 2008

COLOQUIOS Y LETRAS: EL CUENTO BERGSONIANO

COLOQUIOS Y LETRAS: EL CUENTO BERGSONIANO

martes, 2 de diciembre de 2008

Amelia Querol

Amelia,

Saludo y efusividad por siempre.

La cultura es un sol que nadie puede opacar con sus iniquidades ni con bondades mediatizadas. Soy un difusor de la cultura literaria a carta cabal y no dejaré que el mundo se nos derrumbe antes de lo previsto. La cultura mundial ha de rutilar en el ábside más alto de la bóveda celeste. En contra de todo y de todos, la luz de la cultura habrá de cegar a aquellos incrédulos que no entienden ni ven ni oyen otra cosa que no sea el restallar de la barroca trompeta de los incultos porque para ellos, que viven en la más terrible oscuridad obnubilados por el resplandor de las falsas cavernas de Platón, no existe otra realidad que la que se pueda interpretar sin el más insípido esfuerza neuronal (perdón, quise decir neuronas). Por eso, pienso que este es un faro con la omnipresencia de los tiempos y los espacio. Si deseas comunicarte conmigo puedes usar mi correo bfrosario@gmail.com y te responderé para elaborar proyectos tripartitos: tú, Carlos y yo.

Con atención

Poeta Bergson Rosario

lunes, 1 de diciembre de 2008

NOTILITERATURA



CONVERSATORIO ACERCA DE “AL DIFUNTO NADIE LO QUISO


El escritor narrador, poeta y crítico literario, Bergson Rosario, desarrolló un conversatorio con estudiantes del CURNO acerca del libro de cuento “Al difunto nadie lo quiso”. En la actividad participaron estudiantes de la Let. 011 coordinados por el Profesor universitario Emmanuel Rodríguez.

Después de haber leído los cuentos que componen el libro, el profesor y los estudiantes invitaron al escritor, y también profesor de literatura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, para que sostuviera con ellos un prolongado diálogo en torno a diferentes interrogantes ocasionadas por la obra leída por parte de los jóvenes lectores.

La actividad se realizó con marcado interés demostrado por los estudiantes asistentes y se extendió por más de una hora. Al final, el autor autografió algunos ejemplares del libro a solicitud de los lectores. El grupo había preparado el brindis de una “picadera”. Finalmente, el Profesor Rodríguez le extendió las gracias al expositor y autor del “Al difunto nadie lo quiso”



Momento en el que le escritor Bergson Rosario, autografiaba ejem-
plares de “Al difunto nadie lo quiso”, sugerido por los asistentes
que adquirieron del libro.


Estudiantes que asistieron al conversatorio acerca de mi libro de

cuentos “Al difunto nadie lo quiso”, celebrado el jueves 18 de noviembre

del 2008 en el Centro UniversitarioRegional del Noroeste (CURNO), Mao.










miércoles, 12 de noviembre de 2008

Hay un país en el mundo/ Pedro Mir*



Constituye para nosotros un honor y una obligación contribuir con la divulgación de la Literatura Dominicana de todos los tiempos. Por esta razón, publicamos este poema de Don Pedro Mir, Nombrado por el Congreso Nacional Dominicano como Poeta Nacional,titulado Hay un país en el mundo para el deleite y conocimiento de nuestros jóvenes lectores.

VIDA Y OBRA DE PEDRO MIR

Pedro Julio Mir Valentine nació en San Pedro de Macorís (al Este de la República Dominicana) el 13 de junio de 1913. Poeta, narrador, ensayista, educador, periodista, abogado, historiador. Hijo de un mecánico industrial cubano que se estableció en San Pedro de Macorís a principio del siglo XX y de la puertorriqueña Vicenta Valentín.

Cursó su educación primaria y secundaria en su pueblo natal, donde también se graduó de Bachiller en la Escuela Normal. En su juventud ejerció el magisterio y comenzó a publicar sus primeros textos poéticos, aún no reunidos en libro. Se graduó de Doctor en Derecho en la Universidad de Santo Domingo en 1941, Seis años más tarde partió hacia el extranjero por razones políticas y de salud. Permaneció en Cuba casi veinte años: En La Habana publicó, en 1949, su célebre Hay un país en el mundo, poema que le daría prestigio continental. A su regreso a Santo Domingo ingresa como Profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, dedicándose a la investigación histórica y estética, al ensayo y periodismo literarios. Por su ensayo sobre la doctrina Monroe recibió el Premio Anual de Historia y con el extenso poema El huracán Neruda obtuvo el Premio Anual de Poesía. En 1984, el Congreso Nacional lo declaró "Poeta Nacional", por la relevancia de su obra conjunta. En 1993 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura, que concede la Fundación Corripio y la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos desde hace algunos años, por la obra de toda una vida.



HAY UN PAÍS EN EL MUNDO



Hay un país en el mundo

Hay
un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol,
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
Sencillamente
liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.
Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteras
antiguas
o el día en los tejados.
Sencillamente
Frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sinceramente agreste y despoblado.

En verdad.
Con dos millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falta del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el cantío de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio el amor.
Entonces
es lo que he declarado.
Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.

Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar
cantando
su franja propietaria.
Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor de la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.

Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá
que donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras
cantando
entre los surcos
su propiedad.
Este amor
alcanzará su floreciente edad.
Pero no.
Hay
un país en el mundo
donde un campesino breve
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruido,
y la tierra no alcanza para bronca muerte.
¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
En un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije
sencillamente triste y oprimido.
No es eso solamente.
Faltan hombres
para tanta tierra. Es decir, faltan hombres
que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre
después de unas canciones.
Madre de la hortaliza.
Madre del pan. Madre del lienzo y del techo.
Madre solícita y nocturna junto al lecho...
Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces
los alcen contra el sol y la distancia.
Contra las leyes de la gravedad.
Y les saquen reposo, rebeldía y claridad.
Y los hombres que se acuesten con la arcilla
y la dejen parida de paredes.
Y los hombres
que descifren los dioses de los ríos
y los suban temblando entre las redes.
Y hombres en la costa y en los fríos
desfiladeros
y en toda desolación.
Es decir, faltan hombres.
Y falta una canción.


Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente
pobre de población.
Pero
no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo
coraje
para hacer la canción.


Pulmón de nido nivel de luna
salud del oro guitarra abierta
final de viaje donde una isla
los campesinos no tienen tierra.

Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.
El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.

Los que la roban no tienen ángeles
no tiene órbita entre las piernas
no tiene sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.

No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.

País inverosímil.
Donde la tierra brota
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde alcanza la estatura del vértigo,
donde las aves nadan o vuelan pero en el medio
no hay más que tierra:
los campesinos no tienen tierra.
Y entonces
¿de dónde ha salido esta canción?
¿Cómo es posible?
¿Quién dice que entre la fina
salud del oro
los campesinos no tienen tierra?
Esa es otra canción. Escuchad
la canción deliciosa de los ingenios de azúcar
y de alcohol.

Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el liquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio
y los brazos del hombre más simple
son del ingenio
y sus venas de joven calibre
son del ingenio
y los guardias con voz de fusiles
son del ingenio
y las manchas del plomo en las ingles
son del ingenio
y la furia y el odio sin límites
son del ingenio
y las leyes calladas y tristes
son del ingenio
y las culpas que no se redimen
son del ingenio
veinte veces lo digo y lo dije
son del ingenio
“nuestros campos de gloria repiten”
son del ingenio
en la sombra del ancla persisten
son del ingenio
aunque arrojen la carga del crimen
lejos del puerto
con la sangre y el sudor y el salitre
son del ingenio.

Y éste es el resultado.
El día luminoso
regresando a través de los cristales
del azúcar, primero se encuentra al labrador.
En seguida al leñero y al picador
de caña
rodeado de sus hijos llenando la carreta.

Y al niño del guarapo y después al anciano sereno
con el reloj, que lo mira con su muerte secreta,
y a la joven temprana cosiéndose los párpados
en el saco cien mil y al rastro del salario
perdido entre las hojas del listero. Y al perfil
sudoroso de los cargadores envueltos en su capa
de músculos morenos. Y al albañil celeste
colocando en el cielo el último ladrillo
de la chimenea. Y al carpintero gris
clavando el ataúd para la urgente muerte,
cuando suena el silbato, blanco y definitivo,
que el reposo contiene.

El día luminoso despierta en las espaldas
de repente, corre entre los raíles,
sube por las grúas, cae en los almacenes.
En los patios, al pie de una lavandera,
mojada en las canciones, cruje y rejuvenece.
En las calles se queja en el pregón. Apenas
su pie despunta desgarra los pesebres.
Recorre las ciudades llenas de los abogados
que no son más que placas y silencio, a los poetas
que no son más que nieblas y silencio y a los jueces
silenciosos. Sube, salta, delira en las esquinas
y el día luminoso se resuelve en un dólar inminente.
¡Un dólar! He aquí el resultado. Un borbotón de sangre.
Silenciosa, terminante. Sangre herida en el viento
Sangre en el efectivo producto de amargura.
Este es un país que no merece el nombre de país.
Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura.

Es cierto que lo beso y que me besa
y que su beso no sabe más que a sangre.
Que día vendrá, oculto en la esperanza,
con su canasta llena de iras implacables
y rostros contraídos y puños y puñales.
Pero tened cuidado. No es justo que el castigo
caiga sobre todos. Busquemos los culpables.
Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos
sobre los hombros de los culpables.


Y así
palor de luna
pasajeros
despoblados y agrestes del rocío,
van montañas y valles por el río
camino de los puertos extranjeros.

Es verdad que en el tránsito del río,
cordilleras de miel, desfiladeros
de azúcar y cristales marineros
disfrutan de un metálico albedrío,
y que al pie del esfuerzo solidario
aparece el instinto proletario.
Pero ebrio de orégano y de anís
y mártir de los tórridos paisajes
hay un hombre de pie en los engranajes.
Desterrado en su tierra. Y un país
en el mundo,
fragante,
colocado
en el mismo trayecto de la guerra.
Traficante de tierras y sin tierra.
Material. Matinal. Y desterrado.

Y así no puede ser. Desde la sierra
procederá un rumor iluminado
probablemente ronco y derramado.
Probablemente en busca de la tierra.
Traspasará los campos y el celeste

dominio desde el este hasta el oeste
conmoviendo la última raíz
y sacando los héroes de la tumba
habrá sangre de nuevo en el país
habrá sangre de nuevo en el país.

Y esta es mi última palabra.
Quiero
oírla. Quiero verla en cada puerta
de religión, donde una mano abierta
solicita un milagro del estero.
Quiero ver su amargura necesaria
donde el hombre y la res y el surco duermen
y adelgazan los sueños en el germen
de quietud que eterniza la plegaria.

Donde un ángel respira.
Donde arde
una suplica pálida y secreta
y siguiendo el carril de la carreta
un boyero se extingue con la tarde.
Después

No quiero más que paz.
Un nido
de constructiva paz en cada palma
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.

Pedro Mir
( 1913-2000)

jueves, 25 de septiembre de 2008

A propósito de Los derrotados huyen a París de José Acosta


JOSÉ ACOSTA: ENTRE LA TÉCNICA Y EL DESEO.
Por Bergson Rosario
En las últimas publicaciones en el entorno de la narrativa breve, en la República Dominicana, se ha puesto de moda el desdoblamiento como una técnica para abordar la intríngulis profunda de las acciones desarrolladas por los diversos personajes que vienen a desandar los envericuetados callejones de este género que se caracteriza por la exigua cantidad de personajes, por la prontitud con que se manifiesta la trama y por el furtivo final de la pieza narrada.

Recientemente, he devorado una cantidad considerable de libros de cuentos, sobre todo dominicanos, en los que me he dado de bruces con la presencia de la técnica del desdoblamiento de los personajes, con lo que se logra el efecto deseado por los cultores del cuento en el posible lector de los mismos. Como si la vida misma fuera eso: una dualidad que cada quien vive consigo. Es decir, cada persona, en su contexto real convive con su propia otredad, como si cada uno llevase en el costado, o detrás o al frente, una sombra que le da calidad de existencia. Debo alertar al lector en cuanto a que esta técnica fue muy socorrida por los narradores que conformaron el Boom Latinoamericano; específicamente, aquellos que se escudaron bajo la égida del Realismo Mágico. Entre ellos, Carlos Fuente, por mencionar a uno, con “Aura”.

Cuando se es niño, se teme a la oscuridad de la noche, a los lugares ignotos, a los largos caminos desconocidos y pocos desandados, a los fosos profundos y oscuros. En ese momento, es imperante la compañía del otro; un otro que nos infundirá seguridad a cada paso depositado sobre el esqueleto del camino. Engullimos cada palmo de senda con actitud de gallardía, con la frente puesta en el horizonte desafiando los monstruos sumergidos en la débil claridad de los lagos que conforman nuestro incipiente conocimiento de la realidad objetiva, o subjetiva, que poseemos. Asimismo, como niños asustados, nuestros personajes que se desviven en el cuento necesitan de esa compañía para introducirse en los intersticios de las peripecias narradas. La otredad en los personajes se manifiesta ante el lector como un Yo que se hace acompañar de su propio Yo, de su permanente sombra que lo acompaña más allá de las conjeturas urdidas en la trama narrada.

El narrador nacido en Santiago de los Caballeros, a mediado del siglo XX, José Acosta, nos entrega un haz de cuentos con los que le arrancó a la vida, matizada de soledad, el reconocimiento del jurado encargado de sopesar ésta y otras obras del mismo género.

Debo confesarme frente a ustedes, al decir que no me resultó nada tedioso el engullir, en calidad de ogro literario, los cuentos contenidos en su obra, bajo el sugerente título: “Los derrotados huyen a París”. A decir verdad, el título me alojó en el vagón principal del tren que circula hacia el pasado de nuestro quehacer poético, dominicano y latinoamericano. Recuerden que para ser poeta en el siglo XIX y principio del XX era de imperio tomar las aguas bautismales, para licenciarnos con el rótulo de “Poeta”, en la pila del país galo. A esas reminiscencias me envió de golpe el título del libro. Sin embargo, muy pronto me percaté de estar frente a una obra representativa del nuevo modelo de concebir el cuento dominicano.

Ciertamente, lo que más me llama la atención en el arte de narrar del referido autor es el control y “timoneo” que posee sobre los personajes. Reitero mis prístinas ideas externadas en este breve ensayo, la técnica del desdoblamiento es su carta de presentación. Veamos algunos ejemplos que vivifican y dan cuerpo a nuestras aseveraciones en cuanto al discurrir de los personajes desdoblados.

Si leemos el cuento “La última representación de Gregorio Link”, intuiremos la mutación de virtud de la visión en la desgracia de una ceguera fingida a fin de salvarse de la horrenda embestida de la que pudo ser objeto por el asesino de la joven muerta en el mismo edificio adonde sucedió el acontecimiento. Es decir, en el personaje Gregorio Link, cuya visión es perfecta, se opera un desdoblamiento estratégico al asumir sabiamente a un Gregorio Link totalmente ciego. Como podemos deducir, en este caso no existe el desdoblamiento a que sicológicamente estamos acostumbrado a ver, sino a un simple cambio de rol en un personaje respondiendo al natural desarrollo de la trama, la cual lo impele a actuar con pericias.

“Mientras escuchaba el tintineo de la cerradura, el malhechor apretó fuertemente el martillo con la expresa intención de descargar el golpe. Pero al ver la mano torpe, de ciego, que buscaba su mano como en el vacío, experimentó una breve sensación de beneplácito, como si le hubiesen quitado un peso de encima: a él le asqueaba matar a gente de su mismo género, según revelaría más tarde.” (pág. 37 y 38 op. cit.).

Seguí con mis ejercicios lectorales de los cuentos aludidos, del autor aludido, y mis sentidos me condujeron por el estrecho túnel de mi propia curiosidad. Encontré un preciado cuento titulado “En busca de Karen Summer”, en el que el desdoblamiento se opera en el personaje joven con todas las delicadas bellezas que sólo la magia de la juventud puede, en su actitud altruista, obsequiarnos (“¡Oh juventud, divino tesoro!”, añorando al bardo Rubén Darío), frente a otro personaje con marcadas características que denuncian todas las premuras con que nos marca el tiempo transcurrido. (“La vida son los ríos/ que van a dar a la mar”, ¡oh gran Jorge Manrique!).

El desdoblamiento se opera en las edades de un mismo personaje. Karen Summer, rozagante en su juventud le cede la existencia a su otro Yo decrépito:

“Aquí ella se envenena por el desdén de un amante y, dentro de un ataúd, un ángel, enamorado de su belleza, la posee.” (op. cit, pág. 50).

En otro momento, el autor nos la presenta mutada, desdoblada si se quiere; ya vetusta y arrugada por la eternidad de la inmisericorde presencia del tiempo sobre su otrora tersa piel:

“Cuando abrió la mano derecha para alisar una de las micas, le vi un tatuaje en la palma que me paralizó el corazón: la “K”, de Karen, invertida como una mariposa. ¿Era también, esta mujer, fanática de mi amada? Por un instante tuve una terrible sospecha pero no, yo sabía que aquello no tenía sentido.” (op. cit., pág. 52)

Y, finalmente, el autor sentencia, en el rol del narrador-personaje:

“Pero yo sabía que esas fotos habían sido tomadas de su última película, que Karen Summer estaba viva, dentro de un cuerpo demolido, gastado, horrorosamente viejo.” (op. cit., pág.53)

Además del uso de la técnica del desdoblamiento, también fui aguijoneado por imbricarme en el descubrimiento de los temas dilucidados por el narrador en su colección de cuentos. Entre los más usados son: el adulterio y la influencia del tiempo en los personajes, en el cuento “Veinte minutos”; la cotidianidad cultural y folklórica del pueblo dominicano y cómo esa referida cotidianidad se convierte en una madeja de problemas subyacentes al personaje principal, sin que éste se percate de la seriedad del problema en el que se ve inmerso; en el cuento “Tiempos difíciles”. En el cuento: “El tigre”, el escritor, José Acosta, nos empuja por uno de derricaderos sociales más actuales del momento: las drogas. Con una carga considerable de sutileza nos vamos adentrando, acicateados por Acosta, con el personaje hacia el mundo de lo fantástico, en donde construye una macro prosopopeya, para poner en boca del felino lo que es privativo a los humanos: el habla. Al final del cuento aludido, justo al final, el narrador se muestra consecuente con los lectores y nos da la venia para que realicemos la conjetura de saber que el personaje está en un reformatorio para adictos.

“Es con ella con quien te envío esta carta, mamá, para que no creas lo que dicen los muchachos del bloque, que dizque a mí me sentenciaron a cadena perpetua por traficante de drogas.” (Op. cit., pág. 34)

El tema de la delincuencia, cuya actualidad es indiscutible, se yergue con cuerpo propio y toma presencia en el cuento: “La última representación de Gregorio Link”. La comisión de un asesinato en plena luz diurna, y en los virtuosos ojos de Gregorio, nos recuerdan las diferentes hazañas de los delincuentes con cierta tendencia al trastorno mental, caracterizado por el gozo con el dolor y la muerte ajena, como todo un en sicópata social.

Otros temas dilucidados en estos cuentos estás, entre otros, el folklórico. En el cuento “Tiempos difíciles”, cual Compadre Mon con su gallo bajo el brazo, el personaje en torno al cual se desarrolla la trama fija su mente en la salud de un gallo de pelea que dejó en la traba en Santo Domingo y por el que lo embarga un profundo estado de desesperación. Al recibir la mala nueva, apresurado, decide viajar a Santo Domingo a fin de curar a su tesoro peleador. Un cúmulo de problemas acaecidos en los aeropuertos no lo amilana ni lo desvían de la decisión de volver hasta el rejón en el que descansa su gallo enfermo.

Es muy folklórico de la gran mayoría de los latinoamericanos, entre ellos los dominicanos, la cría y cuido de gallos para asistir con ellos verlos realizar las hazañas de pleitos que como humanos no se atreven a materializar. En torno a esta realidad cultural se teje un mundo de creencias y mitos que José Acosta maneja con maestría meridiana.

─¡Denme detalles, carajo!
Pero la respuesta fue unánime: “Triste”.
Perturbado por la ansiedad, Santander le comunicó a su hija que regresaría de inmediato al país. Adelaida no lo contradijo: sabía que nada sobre la tierra le haría cambiar de opinión si el asunto tenía que ver con sus gallos.” (Op.cit., pág. 17)


Un tema que por nada del mundo coloco detrás de un espeso copo de nube es el referido al tiempo, sí señor al tiempo. Para Acosta el tiempo no sólo se comporta como uno de los elementos medulares del acto de narrar; sino que, en sus cuentos llega a desempeñarse en el rol temerario e impositivo de un personaje; con todas las prerrogativas concedidas a los sujetos responsables de que la trama asuma la obligación de adelantar las acciones para llegar al hecho narrado. Es decir; para José Acosta, el tiempo reviste una gran importancia y le endilga el rol de personaje. Si leemos con detenimiento el cuento: “Veinte minutos”, nos percatamos de la fuerza dramática con que el tiempo presiona y preocupa al personaje principal; a tal punto, que la presencia de ese personaje llega a depender totalmente del tiempo. Un tiempo que no avanza y la premura de Willie de que lo haga llevan al lector a la desesperación, cuando no a la angustia, por ver que el tiempo deje de presionarlo.

La presencia del tiempo es tan augusta y autónoma que hasta el mismo José Acosta se dejó presionar inmisericordemente cuando en cinco páginas y media, distribuidas en 13 párrafos, que conforman el cuento mencionó la palabra reloj once veces en singular y cuatro veces en plural. El reloj, visto así, es el símbolo que denuncia la insistencia del tiempo. Es la cárcel en donde el tiempo queda prisionero. El reloj es el carcelero impetuoso impelente de la aceleración en la marcha del tiempo alrededor de la masa esférica de la tierra.

Como vemos, el tiempo, visto desde la perspectiva angustiante y angustiosa del autor, se revela y acogota a los tres elementos que tienen una relación vertical con la realidad narrada; esto es: el personaje (Willie), el autor y los posibles lectores. Lo mismo sucede en otros cuentos de la obra, a saber: en “Tiempos difíciles”, en el que el tiempo, aún sin que se mencione tanto ningún término para referirse al mismo, está presente en la presión que siente el personaje principal.

“Su reloj le decía que en media hora iba a perder el avión si estos gringos locos no lo dejaban marcharse.” (op. cit., pág. 23)

“Seguro que cuando acabe esta pendejada me buscarán asiento en elprimer avión que salga y se disculparán por haberme hecho perder el tiempo.” (op. cit., pág. 23)

También en el cuento “En busca de Karen Summer”, el tiempo presenta su cuerpo y desde él imprime un tipo muy especial de fuerza en el personaje que busca en el “tiempo” la figura rozagante y bella de la joven actriz.

Otro de los elementos del texto narrativo, lo constituye el manejo de los espacios por parte del escritor. Los personajes se desviven en un contexto determinado desde donde van y vienen y deambulan como espectros influyentes en el narrador, en el lector y, porque no, en los demás personajes que cohabitan toda la trama de la situación narrada. En el uso de estos contextos espaciales José Acosta tiene sus preferencias. En tal sentido, abordaremos algunos de sus cuentos para ilustrar con referencias nuestra actitud escritural con respecto a los lectores de los mismos.

En “Los derrotados huyen a París”, José Acosta, el joven narrador cibaeño, juega, con estilo ingenioso, con los espacios en los cuales se soportan las acciones realizadas por cada uno de los personajes de los cuentos que conforman la totalidad absoluta de la obra.

Después de tomarnos de la mano, Acosta nos lleva de un contexto espacial a otro sin que esto cause ninguna distracción en el posible lector de su obra. Mejor, y recrea a los lectores que no han tenido la oportunidad de realizar algún periplo por tierras extranjeras, específicamente, por Estados Unidos; nos recrea con paisajes, calles, carreteras, edificios, ciudades, estadio de pelota de Grandes Ligas, etc. que caracterizan la idiosincrasia norteamericana. Este país se convierte en el contexto espacial predilecto de su actitud narrativa. Por ejemplo, en los cuentos: “Veinte minutos”, “Tiempos difíciles” (entre Nueva York y Santo Domingo), “El tigre”, “La última representación de Gregorio Link”, “Cuando el mundo me miró”, “En busca de Karen Summer”, “Los derrotados huyen a París”, “Tratado de enfermería”; en fin, sólo un cuento no está fundamentado en el entarimado espacial de lo Estados Unidos, aunque lo alude, y es: “Antes de morir”.

En conclusión, en José Acosta la literatura dominicana cuenta con una lumbrera que iluminará con su producción estética el descollante altar del Parnaso Nacional. Su obra es un espacio para que nuestro espíritu, el de muchos jóvenes escritores que buscan abrir una hendija en la incipiente actividad escritural y el de mucho de los que se han dedicado al delicado quehacer de la crítica literaria, cuente con una abundante producción para la reflexión y el disfrute de la misma. Auguramos mucho más éxito que el que hasta ahora ha cosechado.

martes, 10 de junio de 2008

Mi próximo libro de cuento


Muy pronto estará circulando el libro de cuento "Al difunto nadie lo quiso". Anexo la portada del libro.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Del Modernismo al Postumismo

El Caribe domingo 27 de agosto del 2006


Por Bergson Rosario



Partiendo de la visión dialéctica de la literatura; las generaciones, tanto históricas como estéticas, promociones y demás agrupaciones que se conglomeran con el propósito de producir belleza a través de la palabra escrita, debemos tomar en cuenta a los escritores que anteceden a los que queremos tocar con la magia de la crítica.

El Modernismo no fue lo mejor comprendido por los historiadores de la poesía dominicana del siglo XX, ni siquiera por los mismos cultivadores del género, quienes en un momento determinado manifestaron su renuencia a aceptar lo desconocido que se destilaba en la poética modernista.

Sin embargo sobre el entarimado de la estética de los seguidores de Rubén Darío en República Dominicana, se ha de cimentar todo el constructo estético de las demás generaciones literarias que surgirán después en la senda de la poética.

En su mocedad poética, Domingo Moreno Jimenes, Andrés Avelino y Rafael Augusto Zorrilla conocieron a fondo los planteamientos modernistas desde los cuales parten para elaborar un amasijo estético, dando vida a un nuevo estilo poético que conlleva una nueva estética, nos dice Alberto Baeza Flores. Los postumistas hacen referencia al uso libremente de la palabra, sin ninguna restricción; exigiendo solo el buen uso, o uso adecuado, en el interior del poema.

Es posible, que conociendo los postumistas el parecer de los modernistas en cuanto al uso de las palabras en el interior de la obra poética, retomaran el significado de las mismas y la revistieran con el nuevo traje confeccionado a la usanza de su estilo.

En la revista de la Poesía Sorprendida correspondiente al No. XIV, de mayo de 1945, aparece un extenso artículo titulado “Visiones y revisiones de la poesía dominicana. La Poesía Sorprendida y El Postumismo”.

En el referido artículo los sorprendidos la emprenden en contra de los forjadores del Postumismo, especialmente en contra de Domingo Moreno Jiménez. Uno de los argumentos esgrimido por los sorprendidos para presentar a los postumistas en un plano decadente con respecto a los adelantos exhibidos por ellos frente a la referencia aludida por Andrés Avelino en “Fantaseos”, 1921, respondiendo a la interrogante: ¿con quién estaban? “El Postumismo se descubre ante tres grandes poetas de la América: Alma-fuerte (sic) en Argentina, Gastón Deligne y Vigil Díaz en Santo Domingo, este último reformador melódico de la prosa castellana e ilustre compañero nuestro.”

Ante esta respuesta, los sorprendidos reaccionaron con un comentario que los denuncia como desconocedores de la importancia de Almafuerte para la poética de los modernistas.

Nuestro crítico y poeta modernista Pedro Henríquez Ureña, comentado por Pedro Luís Barcia, en su obra “Pedro Henríquez Ureña y la Argentina”, 1994, nos da una idea de la vida del referido poeta, cuando afirma “En síntesis, Alma-fuerte encarna para Pedro Henríquez Ureña –en esos años mozos- la autenticidad humana, basada y espoleada por una actitud ética; una cierta capacidad profética de vate que anuncia una futura etapa de solidaridad humana, que supere razas, lenguas y límites; y que, como primer paso, generara la unidad americana, sin más distinciones entre latina y sajona.”(pág.17). Para los sorprendidos, “…Alma-fuerte, frente a Lugones representa en Argentina el retroceso,…” (op. cit., pág. 12).

Si realizásemos un breve comentario en función de ambos textos, es decir, de la opinión exhibida por Pedro Henríquez Ureña y por los sorprendidos, terminaríamos dándole la razón a los postumistas al elegir al poeta argentino, Almafuerte, como un paradigma a emular en el tortuoso camino de la poesía americana.

martes, 27 de mayo de 2008

Serrana






Dedico esta construcción poemática a esa mujer, cuya principal ambición es deambular sobre la columna vertebral del firme de la gran cordillera que atraviesa la isla de Oriente a Occidente, en un eterno conclubio con la naturaleza que la impregna con el olor de las flores y la luz de los amaneceres cotidianos. A ellas, porque saben la manera de hacer que las flores les presten el colorido que llevan impreso en cada una de las mejillas. A ellas por compartir sus tareas hogareñas con su propio deseo de existir más allá del confín de la vida.



I

Ayer vi una serrana
justo en la serranía
ayer vi una serrana
cuando yo venía
tenía en su sonrisa
el olor de una azahar
producto de esas flores
que abundan en el lugar

En su pelo una cayena
se vía relumbrar
era su boca tan dulce
como miel en el panal.
La vi lavar en el río
la ropa era un percal
era la ropa más blanca
que se pueda imaginar

La serrana está muy triste
la serrana del lugar
la serrana ya no viste
con las flores ni el percal
sus ojos de dulce trueno
que la naturaleza creó
está triste la serrana
porque su dueño partió.

Se fue a morar en el cielo
de la inmensa serranía
la serrana lo recuerda
en un mar de melodía.
Ahora canta la serrana
con sus lágrimas de mar
vestida de caracola
que la hacen suspirar.


II


Allá en la sierra verde
sueña feliz una serrana
sueña con volver a verlo
domingo por la mañana.
Él vendrá en Rocinante
o en un Pegaso alado
él la llevará delante
con el corazón prendado.


Le dará un castillo de sueños
todo rodeado de pinos,
la perfumará en la fuente
y la peinará el destino.
Siempre soñando la moza
se va perdiendo en las nubes
la serrana está sentada
mientras más su alma sube.

Se escucha en los elementos
el suspiro de una serrana,
se escucha, está llorando.
Ahora sufre la serrana.
Ya no hay sueños que alivien
el furor de su desdicha,
la serrana sufre el dolor,
sufre el dolor de la vida.

Él se fue, nunca volvió,
ella se quedó en tinieblas;
él, muy pronto la olvidó,
ella siempre lo recuerda.
Hay dolor en la serrana
padece de melancolía.
Una cruz en la sabana
y el verde de la serranía.











III

Un día de tanto gris
Se escuchó un lamento profundo
El aletear de un suspiro
Murió la moza en fecundo
Terreno muy puro y casto
Retumbó allá en los montes
La dueña del amor más caro

Dice la voz del pueblo
Entre nubarrones de lágrimas
Que desde aquel infausto día
Se convirtió en un ánima
Se murió la serranita
De pena o de amor, tal vez
Se murió y aún espera
Al amado que se fue.

IV

La sierra está muy mojada
se cierne en ella la niebla
la lluvia tendió una alfombra
tornando verde la sierra.
En el fondo del barranco
por donde camina ella
va del brazo de una canción,
canción sublime y eterna.

Se escucha el barrancolí
en su vuelo matinal,
se ve bajar la doncella
en busca del manantial.
La serrana lleva un trino
en sus labios de carmín,
lleva una rosa en su pelo
cultivada en su jardín.

Esta mañana subiendo
le hurté su fina esencia
ella es la niña más casta,
es una casta doncella.
Nacida de la inocencia
ve las vecinas cantar;
las vecinas son serranas,
son serranas del lugar.

Por su largo pelo negro
heredado del pasado
sube y baja una nube
con el corazón callado.
Sube con una sonrisa
por las hebras de su pelo
baja cuan larga la hebra
toda cargada de anhelo.

Con su carga de casabe
baja paciente sube la cuesta
va descalza, sin destino,
con su futuro a cuesta.
La serrana se presiente
cómo será el futuro
pues no le importa el mañana
aunque trabaje muy duro.



FIN

jueves, 24 de abril de 2008

Tercera entrega de las peripecias


por Bergson Rosario

La tarde del lunes iniciamos un ejercicio de reconocimiento de la zona, a fin de que cuando nos tocara no pasar las mismas dificultades de quien hizo caso omiso a estos pequeños detalles que luego se convierten en grandes monstruos de cinco o seis cabeza.
Recorrimos algunas calles, tratando de memorizarlas. Éstas son largas y todas bajan sobre su estrecho pelambre circuidas por tiendas grandes y pequeñas; café en los que se expende todo tipo de bebidas aromáticas calientes y; una incontable lista de establecimiento para el expendio de comida.
Fuimos a la universidad, entramos en algunos establecimientos de venta de comidas rápidas y otros no tan rápida. Visitamos el parque ubicado a escasos metros del Hotel América. En él, como si fuera un cauteloso guardián, está la Catedral más antigua de Costa Rica, la que data de unos doscientos años de construida. Es un edificio antiguo, con una basta experiencia ganada con sudor y fuego a la inexorable marcha del tiempo que se imbrica en el también antiquísimo reloj colocado en el frontispicio de la majestuosa construcción; cuya direccionalidad nos señala tímidamente los bancos del parque, los árboles y el hervidero de transeúnte que se dirigen presuroso a lugares ignotos, que es lo mismo que decir a ninguna parte en particular.
Regresamos a nuestro hotel más allá de las 9:00 p.m. Con los sentidos saturados de una cultura muy parecida a la nuestra, aunque con algunas diferencias lingüísticas: a lo que el dominicano llama tapón cuando se encuentra en las terribles e interminables colas de la serpiente vehicular que se arrastra, con su piel de asfalto, bastante quejumbrosa. A este monstruo le llaman en Costa Rica La Presa.
Los dominicanos, cuando pedimos las gracias, les respondemos a su orden; los costarricenses responden sin inmutarse Pura vida, pura vida.
Ya en el hotel, entro a la recámara. Nuevos pensamientos me asaltan con la primera llamarada de aire que inhalé. En aquella cama, ¿cuántas prostitutas han ejercido el derecho a su trabajo placentero? ¿Cuántos cuerpos femeninos se han batidos con otros del género opuesto para arrancarle la suculencia de unos dulces quejidos acompañados de los consabidos estertores de los cuerpos desvalidos que se encuentran en el mismo plano horizontal del lecho?

Un parroquiano, con cara de esconderse de los terrores que inculca la sociedad en términos de sexo, espera impaciente ver dibujarse una silueta femenina en el brillante umbral de la puerta de cristal del hotel. Mientras el anélido de la desespera va formando en su rostro un surco gelatinoso y adhesivo que le va encogiendo todas las vértebras del antañoso esqueleto, cuya superficie estuvo recubierta por la lozanía de una piel tersa antes de que él cumpliera aquel montón de años. A duros esfuerzos lograba controlarse de su propia intranquilidad.
Por fin, el marco interior de la puerta se vio oscuro. Una sin igual y despampanante figura juvenil se acurrucó en todo el ancho y parte del largo de la entrada principal del hotel. No quisiera caer en el obsoleto desvarío que sufre el género de los másculos al afirmar que la belleza de esta núbil mujer afectó a los pocos que poblaban el estrecho salón de espera, a tal situación de dejarlos anonadados, estúpidos diría yo. La joven mujer encaminó sus discordantes pasos en dirección a la mesa en la que esperaba el vejestorio. Si no lo hubiera visto con mis ojos, sino que me lo hubieran contado las elegantes lenguas de los que frecuentan estos lugares en busca de nuevas peripecias para contarlas, yo no lo hubiera creído. Pero estaba asistiendo con mi propia esencia a uno de los eventos más insólito. Al llegar cerca del señor, la joven muchacha lo miró por unas milésimas de segundo y terminó arrojándose a sus brazos descarnados con un incontenible lloriqueo parecido al de una niña que ha perdido el calor del pecho de su abuelo. ¡Eso es su abuelo! Eso creí por unos instantes y así hubiera quedado sino me percatara a tiempo de que sus palabras la denunciaban como una desquiciada novia abandonada en el umbral del tempo fijado para la realización de la parafernalia de la boda.
―¿Por qué me abandonaste, viejo bombón de mi vida?― la oí cuando le musitó muy queda cerca del oído al viejo.
Él la miro. No musitó palabra alguna y la empujó suavemente hacia el primer escalón de la inmensa escalera que unía el piso bajo de los demás pisos del edificio.
―¡Me desesperaste! Creí que no vendría a la cita.
―No pude venir antes porque cuando ya salía para acá se presentaron otros clientes a los que tuve que atender. ¡Puaf! ¡Qué asco! Entre ellos, me solicitó a mí un jovencito muy desaliñado y anti higiénico. ¡No me quiero acordar! Pero no me quedó más remedio que revolcarme con él por petición de la dueña del negocio. ¡Tú sabes! Pero ya ves, estoy aquí para atenderte como a todo un perfecto inocente. ¡Y todo por el amor que te profeso!
Mientras hablaban, iban ascendiendo la escalera peldaño por peldaño. Oí perfectamente cuando abrieron la puerta, entraron y la cerraron tras de sí. Lo demás tuve que realizar un ingente esfuerzo para localizarlo y vivirlo en el contorno de la pura imaginación.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Décima criollista


Por Bergson Rosario

A ti Negra

Nunca Te dije mujer
Que yo iría a Castañuelas
A buscar una linda negra
Que me sepa comprender
No vengo en busca de placer
Porque lo tengo a montón
Quiero entregarte el corazón
De este amor verdadero
Me entregaré por entero
Para ganarme tu favor.

He recorrido un camino
Más largo que tu inocencia
Y para vencer mi demencia
Provocada por tu destino
Quiero leerte mi sino
Que de algo nos servirá
porque sé que me amarás
y aprenderás a quererme
¡Cuando a mi tierra te lleve
tú no te arrepentirás!

En mi casa tú vivirás
Como la reina de los cuentos
Te cantaran los insectos
La canción que escuchará
Y para siempre tendrás
Una hamaca de descanso
Por debajo irá un remanso
De sueños todo tejido
Y jugará con los hijos
Que serán todo un encanto.

Lo que digo no me lo creas
En eso tienes derecho
Pero te voy a hablar con hechos
Para que sólo tú veas
Que la gallina patalea
Cuando le llevan el gallo
Y no es que yo no hayo
Cómo decirte mi cielo
Lo mucho que yo te quiero
Mas por eso no me callo.

Cuando crucemos el puente
De ese Yaque dormilón
Tú encontrarás por montón
Cueste lo que me cueste
A una estrella Celeste
Que será tu compañera
En las horas mañaneras
Cuando la noche se va
Tú te levantarás
A consolar mis ñoñeras.

A cambio te voy a dar
Sin que tú me pidas nada
Un burro con sus dos hálganas
Que a ti te voy a comprar
Para que vayas al platanal
los siete días de la semana.
Nos llevaremos a tu hermana
la que a ti te convengas más
y pronto me encontrarás
como el buey en la sabana.

Cuando estemos en mi casa
la casa que tuya será
sembraré matas de ananás
para ver lo que te pasa
si con este hombre te casa
por ti buscaré la gloria
como el agua de una noria
tranquila el tiempo transcurre
si sobre mi cuerpo te sube
yo cantaré la victoria.

Ya no demores tesoro
En entregarme tu vida
Para compartir la villa
Que te hice con mi ahorro
Sabes bien cuánto te adoro
tal parecería incierto
Prefiero estar bien muerto
antes que decirte mentiras
por eso cuanto te diga
lo estoy sufriendo por dentro.

La negra de todos mis sueños
Se refugió entre mis brazos
Buscándome como un lazo
Que ata a su propio dueño
Tal abrazo fue un ensueño
Que yo ya me presentía
Pues la mirada del primer día
Me puso sobre aviso
De que ella siempre quiso
Mi muerte de pre cundía.

27 de enero, 2008

miércoles, 6 de febrero de 2008

Segunda Parte de Las peripecias de un viaje

Segunda Parte
Llegó el jueves 18 de octubre de 2007,
Hoy no salí muy temprano para la casa porque debía realizar algunas diligencias para el viaje a Costa Rica, Debo confesar que todavía no estaba seguro de que iría. Entonces se me ocurrió llamar al señor administrativo para informarme de en qué iba lo del evento.
−Todo está en orden, ¿cuándo va a retirar el pasaje y el viático?”, me preguntó.
−Ahora mismo− le respondí.
Así fue. Retiré el pasaje y los viáticos. ¡Ya si estaba seguro que la participación en el evento era una dulce realidad!
Me retiré a casa a hacer las maletas. Llame a todos los hermanos para darles la noticia. Esta noche viajé al interior del país acompañado de Yaya y Gleni, que había venido de compra para su negocio de venta de ropa.

Viernes 19 de octubre 2007
Fui a la universidad a impartir docencia, en el CURNO, Mao. Continué con las diligencias del viaje a Costa Rica para participar en el 1er. Congreso Internacional de Lingüística Aplicada. Busqué dinero en la COOPSANO para comprar los dólares para el viaje.

Sábado 20 de octubre de 2007
Clases en el CURNO. Diligencias para el viaje. Fui a Las Matas de Santa Cruz a ver mis familiares antes de irme a Costa Rica.

Domingo 21 de octubre de 2007
Clases en el Recinto Luis N. N. Molina. Realización del programa radial Expectativas Cultural. Regreso a casa.
Retorné a Santo Domingo hoy en la noche para concluir con las maletas. Llegué muy tarde en la noche.


Lunes 22 de octubre de 2007
Nos fuimos mi amigo y yo al aeropuerto para tomar el avión que nos llevaría a Costa Rica. Salimos hacia nuestro objetivo de viaje después de la 9:00 a.m. El viaje fue muy bueno. Llegamos a nuestro destino después de las 9:45 a.m., hora costarricense. Ya allí, nos recogieron un profesor y una bella joven. Esta joven mujer poseía un hablar ligero, de cara redonda cual luna llena, pero que en nada desentonaba con la agradable sonrisa que le bailoteaba en la piel de sus labios rosados. Ágil, con una prontitud en el andar que sólo un lince de la selva costarricense andaría imitando sus deliciosos movimientos; se movía en torno a nosotros como si quisiera escapar de nuestras imprudentes miradas. Me palpitó la atención, su pelo enroscado alrededor del cuello, que cayendo sobre el entarimado de su juvenil espalda formaba una aureola de sutiles envoltorios. Nos dejamos llevar al Hotel América por la angelical criatura y por el chofer que guiaba la buseta. En ese hotel nos hospedamos por todos los días del congreso. El ambiente en este país es muy bueno, ¡Claro! porque no ha llovido; nos hubiera dicho un nativo.
Estando a la espera de que nos fueran a buscar al aeropuerto Internacional “Juan Santamaría”, cayó una bonita lluvia que nos dio la bienvenida al país. Después no hubo más lluvia. Luego de los trámites para el alojamiento en el hotel, vi como se alejaba la buseta con la delicadeza de aquella núbil mujer en su interior. Mis ojos, como una cámara fotográfica, fueron acercando su figura mientras más se alejaba, hasta desaparecer en la próxima esquina. En aquel momento sentí la resequedad que causa el vacío de la ausencia de un divino ser que de pronto se te acurruca en los intersticios de la existencia.
Ubicamos las maletas en la habitación doble que minutos antes habíamos rentado. ¡Cuánto me gustaría describir aquel tétrico espacio! Al abrir la puerta nos acarició las narices un horrible olor a guardado de muchos siglos en presencia de una extasiada humedad milenaria. En seguida, repelí la acometida buscando en el espacio una boconada de aire más oxigenado. Mi compañero también se resintió al recibir el olor de la nauseabunda humedad.
Dos camas ataviadas con unos cubrecamas cuya función es prodigar el necesario calor para que el que se acurruca en su seno se sienta en los alrededores del dulce averno. Estos lechos estaban casi destartalados por el constante uso de diferentes personas que van y vienen, pasan y van de un indeterminado lugar. Al entrar, los miré por unas pocas milésimas del esqueleto de un segundo tomado prestado al siguiente minuto que está en fila para transcurrir plácido a través del largo sendero de una hora. Pensé, como un bobo o imbécil con la sardónica boca abierta de par en par, cuántos habían puesto su espalda en el lomo desaliñado del colchón.
Yo me imagino un anciano venido a Heredia en calidad de turista europeo. En la pantalla chica de mi arcaica PC cerebral lo visualizo con grandes mochilas a cuesta, un cachimbo que casi siempre se mantiene apagado, tan nauseabundo para quien no fuma cual si lo tuviera encendido. Se arrellana, más que sentarse, en el borde de |la cama a quitarse las lodosas botas. Un sudor que le perla la frente, se arrastra por los pliegos de la surcada frente; sus nervios contrastan con la tranquilidad del paisaje citadino. A pesar de la blancura de la epidermis de su arrugada piel, su melanina luce como una adolescente que se revela en contra de los pronunciamientos de sus padres cascarudos y caraduras que la tienen al coger la loma. El espacio se torna ácido. El anciano europeo vive el espacio plácidamente y sin percatarse del estrago que causa en el ambiente olfativo de los demás. Despierto de mi ensueño y me codeo con la realidad, con mi propia realidad.