miércoles, 26 de septiembre de 2007

Más de una poeta de la soledad y el vacío

I

Aquí estoy saboreando el aire,
empapada de nefastas impresiones;
y lo siento, y lo vivo y no veo emociones,
solo escucho la brisa en crepuscular baile.

Entre tantas mentiras, eres la verdad;
entre tantas verdades, eres el juez;
entre tantos jueces, representas la honradez
y entre tantos prejuicios, eres hermandad.

Amo tu figura, tu cariño, tu humildad,
tu cordura, tu sensatez,
sé que solo nos espera felicidad.

¿Que he de hacer por nuestra realidad?
oh, mi hoja, tengo ansias, ansiedad,
por ver tu caminar, tu angostura, tu estrechez.

II


Tú, solo tú, eres genuino sol;
rosa destilable de aromático perfume;
no absorbente de rayos, por tanto se consume
y cada día suelta pétalos. ¡Que dolor!

La hermosura que te embarga,
desplomada de escalón a escalón,
desciende, desciende con furor,
pues tú, sin ti cultivo las dulces la amargas.

Como deseo, oler de la hoja, su labor,
absorbiendo los rayos del sol;
estás nadando entre las auras de calor,
para que por estar tomar verdoso color.

Hoja mía mantente nadando
entre los océanos del alma
para que un día cuando se despierte el alba
tu color verdoso permanezca brillando.

Y proclamar el amor sin temor alguno
no experimentando las pasiones irradiantes
de tu más remoto y cercano sentir.

Estas que siembran: el miedo absoluto,
el opacado brillo del diamante
y el lento y perezoso paso al vivir.


Carmen Alcántara

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