martes, 16 de octubre de 2007

CARLOS REYES: UN SUSPIRO DE LA POÉTICA


Poeta Carlos Reyes

Por Bergson Rosario


Cuando la poesía tensa la brida del caballo desbocado que representa el momento sublime de la creación literaria, Carlos Reyes se yergue sobre sus versos y junto a ellos discurre a través del minúsculo cause de las rosas y se posa sobre el pistilo del inmenso mar azul. Luego, empina el cáliz de los dioses paganos hasta arrodillar a las musas al placer de su antojo. Luego escribe. Escribe sobre el desierto de un papel en blanco, convirtiéndolo en un risueño oasis con el néctar fugaz de su poesía.

En Carlos se intuye una simbiosis de manifestaciones que torna un tanto difícil ubicar en un espacio definido el producto de su creación. Entiendo que es mucho pretender localizar a un poeta que aun no traspasa el cuarto de siglo en su ciclo vital y mucho menos cuando aún no tiene el tiempo necesario para la creación de un vasto conocimiento cultural.

Pero si leemos su poesía, a veces sólo una es suficiente para encontrar reflejos de varias influencias, nos percatamos de que en él puede aparecer lo romántico; tal es el caso de su poema “Latidos de tristeza”.

En sus versos iniciales canta la tristeza como un producto del vacío que causa la ausencia intestinal de las estrellas en la concavidad de la noche, del arrebol en la madrugada o de la ausencia del sol para entibiar las rocas.

También, convierte la tristeza en la amargura que destila el llanto del ruiseñor en soledad. En esos versos hay una congoja que nos acerca al desaliento, propio del romántico del siglo XVIII, desgarrador consecuente con el vacío existencial de quien lo ha extraviado todo, incluso su poetizar. “Cuan triste seria la noche sin estrellas/ cuan triste la madrugada sin arrebol/ cuan tristes serían las rosas más bellas/ si la caricia tibia del sol.”

Todo el poema es un llanto interior que denuncia en Carlos al poeta de la melancolía, al poeta que lo presiente todo perdido, sin remedio; al poeta que lo arropa el fuego de la desesperación por la ausencia del todo perdido. A pesar de todo, presenta su propia tristeza como una posibilidad no consumada, cuando canta con parsimonia "Que amargo sería el triste llanto/ del ruiseñor que solo y perdido llora/ porque se ha apagado su dulce canto/ y trágicamente se ha extinguido la flora."

En el poema "Donde quiera que estés" ya el poeta ha recuperado su aliento. Es un manojo de realidades construidas en la fragua del amor, como lo anuncia en sus dos primeros versos "Donde quiera que estés di que me amas/ que tengo palomas que recogen tu voz".

Con un estilo a lo rubendariano, exclama: "Si estás en un jardín guarda tus ojos/ en las flores más ebúrneas y fragantes/ que por su luz las mariposas los encuentran/ y vienen a traérmelo envueltos en pétalos/ o mira el cielo fijamente/ y los veré abrirse en el azul como dos estrellas."

Carlos Reyes, joven poeta maeño que día a día se introduce en la esencia de la poesía como un bardo de alto relieve del parnaso nacional pertrechado con el deseo, poco vano, de conocer lo incognocible en el canto sutil de la mañana.

DANNY RODRÍGUEZ O LA REMINISCENCIA DE UNA ÉPOCA


Danny Rodríguez, en el centro,
junto a los poetas Bergson Rosario
y Joiffre Pimentel


Por Bergson Rosario


El poema, para el novel escritor esperanceño, Danny Rodríguez, es una atalaya desde la cual vislumbra con impotencia extrema la iniquidad social que sojuzga el espíritu de los olvidados de la fortuna que significa, tanto de los bienes materiales como de los espirituales.

En sus expresiones poéticas se percibe cierta reminiscencia de los nombrados “Poetas del 40” o, mejor nominados como “Los Independientes del 40”, específicamente al Héctor Incháustegui Cabral de “Canto triste a la patria bien amada”. El resabio social de Danny emerge con ímpetu del fondo de su ser, de su solidaridad con quienes sufren las consecuencias sociales.

En “Zoneros” exclama “Te miro entrar salir/ perdido en la muchedumbre tu mal remunerado vigor.” También en el poema “Sabiduría” denuncia el poeta “y enseñarte a los militantes del infortunio” A ellos, a los desvalidos fabriles, a quienes se arrastran sobre el lomo de la locomotora moderna, ambulantes de las zonas francas; a ellos les dedica su emancipada lira.

En el poema “Sabiduría” se descubre la canción de la filosofía, la profundidad dicotómica de la esencia–ser y la materia–mente como responsable directa de la concepción del conocimiento para dominar el cosmos: “Inagotable manantial/ abundante y escasa/ sacia mi mente y mi ser.” Aquí, la abstracción de la sabiduría se pasea con él como con una núbil mujer bajo las nubes, la lluvia y el ardiente sol caribeño “hasta el final de mis días” es “luz en la oscuridad” para desafiar la ausencia total del dominio del conocimiento, es la luz con la que quiere soñar y vivir para llevarla por el camino de los que la necesitan.

La preocupación del poeta por los que no les alcanzan los ojos para ver las cosas sublimes o las sencillas; para los que tienen oídos, pero no son capaces de escuchar las sirenas fabriles; para ellos es el canto de Danny. Su preocupación por “ellos” le permite, al poeta, adentrarse en la historia de los pueblos americanos en un comparar de personajes creados o reales “entre el Jefe y Bairán/ Batista y el Che/ compadre Mon y nosotros.” Así mismo va anteponiendo “si, un YO con todo” a “un yo sin nada” “y así/ YO TENGO/ yo quiero/ YO HAGO.”

La forma de Danny introducir el desarrollo de sus ideas nos conduce por un sendero lúdico con el que intenta crearse su propio estilo. En el poema “Zonero” inventa palabras con una doble representación que nos hace pensar en dos conceptos diferentes. En el verso “viajera expor(plo)tada” el autor, con la introducción de una nueva sílaba entre paréntesis, nos pone a pensar en dos palabras diferentes y que él deja a opción del lector el uso de una o de la otra en el mismo contexto.

En el mismo poema, en versos posteriores escribe: “frente a tu máquina(ción)” logrando en el lector el efecto deseado. Es de ver la estrategia adoptada en el poema “Sabiduría”, veamos: “Luz en la oscuridad ilumina la gris sustancia que me hace pensar/ ilumina el camino por donde quiero pasar/ ilumina la cima adonde quiero llegar”.

En conclusión, el poeta Danny Rodríguez se perfila, con la insistencia del quehacer cotidiano, como una promesa que pronto hará un significativo aporte a las letras dominicanas.

miércoles, 10 de octubre de 2007

YELIDÁ de Tomás Hernández Franco

YELIDÁ

Un antes

Erick el muchacho noruego que tenía
alma de fiord y corazón de niebla
apenas sospechaba en su larga vagancia de horizontes
la boreal estirpe de la sangre que le cantaba caminos en las sienes

En el más largo mes del año había nacido
en la pesquera choza de brea y redes salpicada casi por las olas
parido estaba entre el milagro del mar y el sol de medianoche
de padre ausente naufragado
nadador ya de algas profundas y arenas sorprendidas
de escamas y de agallas y de aletas

Era el quinto hijo para el mar nacido
Erick creció en su idioma de anzuelo y de corriente
fuerza de remo y sencillez de espuma
como todos los muchachos de la playa
mitad Tritón y mitad Ángel

Pero Erick no sabía nada de eso
—pulso de viento y terquedad de proa—
aprendió los nombres de los peces de las puntas y cabos
la oración del canal y la bahía
a los quince años conocía mil golfos
y sin contar el ya remoto y salobre seno de la madre
ni un solo pensamiento de noruega
le había caminado entre las cejas rubias

En un anual calafateo de lanchas
llamas estopa y brea
Erick tenía veinte años y era virgen dentro de sus botas de hule
y creía que los niños nacen así como los peces
en la noche quieta de los reposos del mar
pero el tío piloto contaba entre dientes largas historias de islas
con puertos bruñidos y azules
donde centenares de mujeres desnudas subían carbón al barco
donde había pájaros verdes hirviendo de palabras obscenas
y donde en la noche florecía el burdel con hondo aliento de tam-tam

El tío mascullaba una lejana canción de sol y cocoteros
en lengua que no podía ser noruega y que ponía
en el pulso de viento de Erick pequeños remolinos

A los veintidós años Erick tenía la mirada gris azul
densa de su alma puesta en dique
y una voluntad de timón y de quilla
por llegar a las islas de las montañas de azúcar
donde —decía el tío— las noches olían a cedro como las barricas de ron
Erick sabía que los marinos noruegos siempre desertaban en las islas
pero cuando estaban bien borrachos los capitanes los metían a patadas
en las bodegas sucias y entonces volvían a Noruega
flacos y callados y tristes

Con todo y las patadas el marino Erick ya estaba en ruta

Otro antes

Esta no es la historia de Erick al fin y al cabo
que a los treinta años ya no era marinero
y vendía arenques noruegos en su tienda de Fort Liberté
mientras la esposa de Erick madam Suquí
rezaba a Legbá y a Ogún por su hombre blanco
rezaba en la catedral por su hombre rubio

Madam Suquí había sido antes mamuasel Suquiete
virgen suelta por el muelle del pueblo
hecha de medianoche a toda hora
con hielo y filo de menguante turbio
grumete hembra del burdel anclado
calcinada cerámica con alma de fuente
himen preservado por el amuleto de mamaluá Clarise
eficaz por años a la sombra del ombligo profundo
Erick amó a Suquiete entre accesos de fiebre
escalofríos y palideces y tomaba quinina en grandes tragos de tafiá
para sacarse de la carne a la muchacha negra
para ahuyentarla de su cabeza rubia
para que de los brazos y el cuerpo se le fuera
aquel pulido y agrio olor de bronce vivo y de jungla borracha
para poder pensar en su playa noruega con las barcas volteadas
como ballenas muertas

Pero Suquiete lo amaba demasiado porque era blanco y rubio
y cambió el amuleto de mamaluá Clarise
por el corazón de una gallina negra
que Erick bebió en viernes bajo la luna llena con su tafiá y su quinina
y muy pronto los casó el obispo francés
mientras en la montaña el papaluá Luipié
cantaba el canto de la Guinea y bebía la sangre de un chivato blanco

En la noche sudada de fiebres y marismas
Erick sin sueño marinero varado sobre la carne fría y nocturna de Suquí
fue dejando su estirpe sucia de hematozoarios y nostalgias
en el vientre de humus fértil de su esposa de tierra
y Erick murió un buen día entre Jesucristo y Damballá-Oueddó
apagado el pulso de viento del velero perdido en el sargazo
su alma sin brújula voló para Noruega
donde todavía le quedaba el recuerdo
de un pié de mujer blanca que hacía frágiles huellas en la arena mojada

Un después

Y así vino al mundo Yelidá en un vagido de gato tierno
mientras se soltaba la leche blanca de los senos negros de Suquí
alegre de todos sus dientes y de su forma rota
por el regalo del marido rubio
y Yelidá estaba inerme entre los trapos
con su torpeza jugosa de raíz y de sueño
pero empezó a crecer con lentitud de espiga
negra un día sí y un día no
blanca los otros
nombre de vodú y apellido de kaes
lengua de zetascorazón de iceberg
vientre de llamahoja de alga flotando en el instinto
nórdico viento preso en el subsuelo de la noche
con fogatas y lejana llamada sorda para el rito

Los otros sólo tuvieron la sospecha de un peligro cercano
mientras Suquí descendía su alma por los caminos de noche de su entraña
y engordaba en su alegría de matriz de misterio
ternura de polen en su hija de llama
para cuyo destino no tuvieron respuesta el gallo y la lechuza
ni sabían nada el más sabio ni el más viejo

Los peces lo sabían y la noche y la selva y la luna y el tiempo de calor
y el tiempo de frío
y el alma de garra del pantano
y el dios que enmaraña las raíces
y las empuja fuera de la tierra
y el macho y hembra que en los cementerios
enciende fuegos verdes sobre el vientre helado de los muertos
y el que está en la garganta de los perros lejanos
y el del miedo con sus mil pies y su cabeza cortada

Y ésta quiere ser la historia de Yelidá al fin y al cabo

Tacto de clave
flanco sonoro al simple peso de la mirada
paladar de fiera
cuerpo de eterna juventud de serpiente nuevo para cada luna nueva
completa para siempre como el mito
hermafrodita en el principio del mundo
cuando descuartizaron a los dioses
enigma subterráneo de la resina y del ámbar
pacto roto de la costilla de oro
traición hembra del tiempo libertada

Un paréntesis

Los liliputienses dioses infantiles de la nieve
los viejecillos vestidos de rojo
que sacuden la niebla de sus barbas
y los que soplan sobre las letras sin rumbo de las veletas
los habitantes del rescoldo
los del viento ululante
los que dibujan las árticas auroras
los dioses de algodón y de manzana
que tienen largo el sur y corto el norte
los que sobre la tímida y verde vida del musgo verde
resbalan y juegan con las flores del hielo
los hiperbóreos duendes del trineo y del reno
supieron la noticia en lengua de disueltos huracanes lejanos

Sangre varega en la aventura de cosas de hombre
por cosas de mujer se trasplantaba
en islas de caracol y de pimienta
perdida iba a quedar para su ártico
en el flotante archipiélago encendido
perdida iba a quedar para su mansa
vegetación de pinos ordenada
perdida iba a quedar para su lucha de olas aceite y peces
perdida iba a quedar para Noruega
en las islas de fuego condenada

Viajeros por los hondos caminos del subsuelo adornados de tumbas
donde dialoga el fósil con la raíz podrida
y el hueso suelto espera la trompeta
y se hace oscuro el secreto del agua
que lava las pupilas insomnes del mineral perdido
por la grieta y la gruta y el estrato
los dioses de leche y nube con el sexo de niño
buscaron al otro dios de los mil nombres
al dios negro del atabal y la azagaya
comedor de hombres constelado de muertes
Wangol del cementerio y del trueno
el dueño del ojo vidriado de zombí y la serpiente

Buscaron a Ayidá-Oueddó que es la que pone
a arder la lámpara roja del estupro
la que en el hondo vientre de cueva del bongó mantiene
las cien serpientes locas del dolor y la vida
la que en la noche de Legbá suelta los perros del deseo
la que está partida en dos mitades por sexo infinito
maestra de la danza sagrada para llegar hasta ella misma
domadora del grito y del espasmo.

Implorantes de llantos en sordina
Casi borrachos ya de olor de isla
los dioses de Noruega pedían salvar la última gota de la sangre de Erick
la escandinava inocencia de una gota de sangre

Buscaron a Badagris dictador de la puñalada y del veneno
espíritu suelto de los cañaverales
donde el tafiá es primero flor y luego miel
el padre del rencor y de la ira
el que enciende la choza al leve contacto de su mano negra
y viola a todas las niñas en el vientre de las madres dormidas

Buscaron a Agoué dios ventrudo del agua
mitad evaporado de sol y de brasa
y mitad prisionero del pantano
aburido de moscas y de olas
en su casa de vientos y de esponjas

Hablaron con los ojillos azules entomados
mientras la sangre se les iba haciendo de plata derretida
porque Ayidá-Oueddó bailaba en el canto del gallo
con los senos brillantes de sudor y de estrellas.

Pero aquella noche Yelidá había tenido su primer amante
estaba tendida y fresca como una hoja amarilla muy llovida
adolorida sin dolor casi despierta en la hamaca de un sueño tibio
le vivía tan sólo un golpe amado de tambor en las sienes
y en el vientre se le dormía la música y la danza

Por los caminos de la lombriz y de la hormiga
rota toda esperanza regresaron.

Otro después

Con alma de araña para el macho cómplice del espasmo
Yelidá por el propio camino de su vientre
asesina del viento perdido entre los dientes de la gruta
ahí se estaba vegetal y ardiente
en húmeda humedad de hongo y de liquen
caliente como todo lo caliente
cosa de hoja podrida fermentada en penumbra tiempo y luna
hecha de filtro y de palabra rara
en el agua del charco con su verde y su larva
y su ala a medio nacer y su andar de meteoro
Yelidá deshojada a sí y a no
por éxtasis de blanco y frenesí de negro
profunda hacia la tierra y alta hacia el cielo
en secreto de surcos y en místico de llamas

Final

Será difícil escribir la historia de Yelidá un día cualquiera.

viernes, 5 de octubre de 2007

Vida y obra de la poeta griega Safo



  • Famosa poetisa griega. Vivió en el siglo VI antes de Cristo. En el año 568 aún no había muerto. Nació en Mitilene, isla de Lesbos. De familia noble y de gran belleza física. Según Herodoto, su padre se llamó Escamandrónimo y su madre Cleis. Se vio obligada a refugiarse en Sicilia. Entre sus numerosos adoradores estuvo Alceo. Está probado con razón que nada tiene que ver con una corando su castidad y la nobleza de su alma. Tampoco está probada la hipótesis del amor contra naturaleza que se supone sintió Safo por algunas de sus discípulas. Carece de fundamento la leyenda de su amor por Faón -personaje mitológico-, del desprecio de éste, y de que Safo, desesperada, se arrojó al mar desde el peñasco de Leúcades. Platón la llamó «la décima Musa», y Plutarco «la bella Safo». Del rico político Cércolas, con quien se supone estuvo casada, tuvo una hermosísima hija llamada Cleis. Después de su muerte, Mitilene acuñó monedas con su busto. Y los atenienses le erigieron una estatua en bronce, obra de Silanión, maestro de Zeuxis.
    Safo escribió en dialecto eolio. Inventó los versos sáficos, con uno de los maestros más llenos de armonía, y también los versos eólicos, especie de armonía para el canto y un instrumento de música llamado pectis.
    Nos quedan de Safo algunos fragmentos de los nueve libros de poesías que escribió y sólo dos poemas completos: la Oda a la mujer amada, recogida por Longino en su libro Tratado de lo sublime y la Oda a Afrodita, recogida por Dionisio de Halicarnaso.
    Los versos sáficos fueron trasladados con éxito admirable a la poesía latina por Cátulo y Horacio.
    Los poemas de Safo son inmensamente apasionados y exquisitos, pero jamás eróticos o malsanos.


I


La luna luminosa


huyó con las Pleyadas;


la noche silenciosa


ya llega a la mitad;


la hora pasó, y en velasola en mi lecho, en tanto


suelto la rienda al llanto


sin esperar piedad.

jueves, 4 de octubre de 2007

En busca de la Soledad y el Vacío

Por Bergson Rosario*

Desde hace mucho tiempo ha constituido para mí una gran preocupación el surgimiento de una nueva manera de plantear, ante el cosmos, las realidades, que como producto de la filosofía del sentir estético nos han ofrendado estos tiempos. Desde finales del siglo XX vienen aconteciendo hechos y situaciones que nos exigen repensar seriamente hacia dónde nos dirigimos como intérprete de la parte atinente a la producción de la belleza a través de la palabra escrita.

Esta preocupación se ve aupada por el surgimiento de situaciones, reales o creadas por el hombre mismo, que nos impulsan a pensarnos de otra manera. Dentro de esa gama de problemas y preocupaciones, el hombre está bailando un son, producido por él, que a cada instante lo enajena y lo impulsa a vagar en una atmósfera repleta de ausencia en sí misma, produciéndose en él la sensación del vacío interior que lo lleva a flotar en el marco de la niebla originada en la nada. Ese nadismo está arropando a los jóvenes escritores que se ven precisados a dejarlo colar en sus producciones literarias. Esta atmósfera cada vez más densa nos hace pensar en un neo-existencialismo literario.

El final del siglo XX y principio del XXI, por los que atraviesa la comunidad mundial, han sido ferozmente atacados por la inseguridad de una humanidad amenazada por el desaparecimiento del modelo económico y social que viene manejando la barca de su propia existencia con innumerable destino. Tanto en la economía, la política, la religión y en la vida cultural nos estamos viendo arrastrados hacia la insondable profundidad oscura de la nada. Los viejos accionan a los que se ha aferrado el mundo están presentando los síntomas que definen la decadencia de las estrategias usadas para conducir el mundo. La dialéctica está operando desde la oscuridad lentamente pero con marcada convicción del imperio de los cambios y la sustitución del vetusto hacer por un régimen de total novedad que a la postre se impone en la manera de pensar de cada uno de los que conforman la humanidad. Ese desplazamiento modélico en todos los estamentos sociales, como producto de la dialéctica, va ocasionando un espacio, el vacío, propicio para ser ocupado por las nuevas generaciones con sus nuevas formas de plantear el pensamiento de la época surgida del mundo de vacío y soledad en que nos encontramos. Así surge una generación joven perfilada en el contexto escritural como las responsables de que se hable de una filosofía del escribir totalmente transformada capaz de satisfacer las expectativas de la estética de lo todavía observado por el hombre en su entretejer el pensamiento para producir belleza a través de las palabras y la manifestación de la estética.

A esta estética, por la fuerza de la investigación que día a día nos vemos precisados a realizar, hemos querido bautizarla como la Poética de la Soledad y el Vacío. Con ello estamos dando respuesta a las necesidades de saber hacia dónde encaminamos nuestros pasos sobre la superficie de la incipiente senda poética transitada inconcientemente por los jóvenes poetas.

Bien sé que muchos de ellos sólo escriben como una forma para expulsar a sus encantadores demonios, los que por infinidad de razones, se han refugiado en la poesía, sobre todo, como una última oportunidad de conocer la sardónica actitud de la vida frente a su propia realidad. Estos jóvenes escritores, es muy posible, que no insistan en proseguir con el ropaje de las aves en las manos para continuar con la producción literaria. Aún así, moriré satisfecho de haber hecho con ellos lo que no encontré quien lo hiciera conmigo en mis primeros pinitos por los intrincados y tortuosos caminos de la literatura. Sin embargo, siento que una gran parte de ellos hará de la literatura una ruta segura y constante para lograr el último peldaño en la escalera del parnaso de las letras dominicanas. En mis intenciones, existe la posibilidad de seguir hurgando en los rincones de las aulas universitarias para encontrar a los jóvenes interesados en explotar sus dotes de creadores; seguiré comentando y orientando sus producciones para ofrecerle la oportunidad de ser expuestos a la luz del sol radiante de la sociedad con capacidad de valorar el esfuerzo de ellos.

* Profesor de la Cátedra de Historia de la Literatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Publicamos estos datos y poema de Jorge Manrique por creerlos de utilidad para los estudiantes de los niveles Medio y Superior.

Coplas a la muerte de su padre

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo después, de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiera tiempo passadof
ue mejor.

Y pues vemos lo presente
cómo en un punto s'es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por passado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio,
porque todo ha de passar
por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos,
allegados son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Dexo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores.
A Aquél solo me encomiendo,
Aquél solo invoco yo,
de verdad,
que en este mundo viviendo
el mundo no conosció
su deidad.

Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nascemos,
andamos mientra vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenescemos;
assí que, cuando morimos,
descansamos.

Este mundo bueno fue
si bien usáremos dél
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos.
Y aun el hijo de Dios,
para sobirnos al cielo,
descendió
a nascer acá entre nos
y vivir en este suelo
do murió.

Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos,
las perdemos:
dellas deshaze la edad,
dellas casos desastrados
que acaescen,
dellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallescen.

Dezidme, la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerça corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.

Pues la sangre de los godos,
el linaje y la nobleza
tan crescida,
¡por cuántas vías y modos
se sume su gran alteza
en esta vida!:
Unos, por poco valer,
por cuan baxos y abatidos
que los tienen;
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.

Los estados y riqueza
que nos dexan a deshora
¿quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda;
que bienes son de Fortuna
que revuelve con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una,
ni estar estable ni queda
en una cosa.

Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por esso no nos engañen,
pues se va la vida apriessa
como sueño.
Y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.

Los plazeres y dulçores
desta vida trabajada
que tenemos,
¿qué son sino corredores
y la muerte, la celada
en que caemos?
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

Si fuesse en nuestro poder
tornar la cara fermosa
corporal,
como podemos hazer
el ánima gloriosa
angelical,
¡qué diligencia tan viva
toviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cativa,
dexándonos la señora
descompuesta!

Essos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya passadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas.
Assí que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y perlados,
assí los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

Dexemos a los troyanos,
que sus males no los vimos
ni sus glorias;
dexemos a los romanos,
aunque oímos y leimos
sus historias.
No curemos de saberlo
de aquel siglo passado
qué fue d'ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.

¿Qué se hizo el rey don Juan?
¿Los Infantes de Aragón,
qué se hizieron?
¿Qué fue de tanto galán?
¿Qué fue de tanta invención
como truxieron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?,
¿que fueron sino verduras
de las eras?

¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hizieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadasque tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

Pues el otro, su heredero,
don Enrique, !qué poderes
alcançaba!,
¡cuán blando, cuán halaguero
el mundo con sus plazeresse
le daba!
Mas veréis, ¡cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró!;
habiéndole sido amigo
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!

Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vaxillas tan febridas,
los enriques y reales
del tesoro,
los jaezes y caballos
de su gente, y atavíos
tan sobrados,
¿dónde iremos a buscallos?;
¿qué fueron, sino rocíos
de los prados?

Pues su hermano, el inocente
que, en su vida, sucessor
se llamó,¡
qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
que le siguió!
Mas, como fuesse mortal,
metióle la muerte luego
en su fragua.
¡Oh, juïzio divinal!,
cuando más ardía el fuego
echaste agua.

Pues aquel gran Condestable,
maestre que conoscimos
tan privado,
no cumple que dél se hable,
sino solo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?,
¿fuéronle sino pesares
al dexar?

Pues los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
truxeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alto fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que, estando más encendida,
fue amatada?
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes,
y barones
como vimos tan potentes,
di, Muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hizieron en las guerras
y en las pazes,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerça las atierras
y deshazes.

Las huestes innumerables,
los pendones y estandartes
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo
¿qué aprovecha?
Que si tú vienes airada,
todo lo passas de claro
con tu flecha.

Aquel, de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tan famoso
y tan valiente;
sus grandes hechos y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hazer caros,
pues el mundo todo sabe
cuales fueron.

¡Qué amigo de sus amigos!
¡Qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforçados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benigno a los sujetos,
y a los bravos y dañosos,
un león!
En ventura, Octavïano;
Julio César, en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal, en el saber
y trabajar;
en la bondad, un Trajano;
Tito, en liberalidad
con alegría;
en su braço, Aurelïano;
Marco Atilio, en la verdad
que prometía.

Antonio Pío, en clemencia;
Marco Aurelio, en igualdad
del semblante;
Adrïano, en elocuencia;
Teodosio, en humanidad
y buen talante;
Aurelio Alexandre fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Costantino, en la fe;
Camilo, en el gran amor
de su tierra.

No dexó grandes tesoros,
ni alcançó grandes riquezas
ni vaxillas,
mas hizo guerra a los moros
ganando sus fortalezas
y sus villas.
Y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron,
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.

Pues por su honra y estado,
en otros tiempos passados,
¿cómo se hubo?:
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta dicha guerra
que hazía,
hizo tratos tan honrosos
que le dieron aun más tierra
que tenía.

Estas sus viejas estorias
que con su braço pintó
en la joventud,
con otras nuevas victorias
agora las renovó
en la senectud.
Por su gran habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcançó la dignidad
de la gran caballería
de la Espada.

Y sus villas y sus tierras,
ocupadas de tiranos
las halló,
mas por cercos y por guerras,
y por fuerça de sus manos
las cobró.
Pues nuestro Rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal,
y en Castilla quien siguió
su partido.

Después de puesta la vida
tantas vezes por su ley
al tablero,
después de tan bien servida
la corona de su Rey
verdadero,
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta.

Diziendo: "Buen caballero,
dexad el mundo engañoso
y su halago,
vuestro coraçón de azero
muestre su esfuerço famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hezistes tan poca cuenta
por la fama,
esforçad vuestra virtud
para sofrir esta afruenta
que os llama.

"No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de fama tan glorïosa
acá dexáis.
Aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera,
mas con todo es muy mejor
que la otra temporal,
perescedera.

"EI vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecado
sinfernales.
Mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.

"Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramastes
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganastes
por las manos;
y con esta confiança,
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperança,
que esta otra vida tercera
ganaréis".

Responde el Maestre
"No gastemos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad plazentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir,
cuando Dios quiere que muera,
es locura."

Oración

"Tu, que por nuestra maldad
tomaste forma servil
y baxo nombre;
Tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como el hombre;
Tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona;
no por mis merescimientos,
mas por tu sola clemencia,
me perdona."

Cabo

Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
y de hijos, y hermanos,
y criados,
dio el alma a quien gela dio,
ei cual la ponga en el cielo
en su gloria.
Y aunque la vida murió,
nos dexó harto consuelo
su memoria.

*
Hacia 1440, nació Jorge Manrique, cuarto hijo de Rodrigo Manrique I, conde de Paredes de Nava, que a su vez fue segundón de Pedro Manrique y de Leonor de Castilla, nieta del rey Enrique II. Su madre fue Mencía de Figueroa, prima hermana de Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana. Don Jorge Manrique fue señor de Belmontejo, comendador de Montizón, trece de Santiago y capitán de hombres de armas de Castilla.

Los linajes de los que descendía este soldado–caballero y poeta eran de la alta nobleza. Los Manrique tenían su origen en una de las casas grandes de Castilla: los Lara, que entroncaban con los primeros condes de Castilla y el marqués de Santillana; y por su madre los Figueroa estaban emparentados con la poderosa familia de los Mendoza. No obstante, como Jorge Manrique fue el cuarto hijo del conde de Paredes de Nava, no heredó el mayorazgo de su casa.

Se cree que nació en Paredes de Nava, aunque no todos afirman lo mismo. Su infancia debió transcurrir en la encomienda que tenía su padre, Rodrigo Manrique, en Sierra Segura, donde vivió entre soldados y cabalgaduras, muy interesado en el entorno poliítico de su padre. Fue aquí, en Sierra Segura, donde otros sitúan su nacimiento.
Desde muy joven Jorge Manrique tomó parte activa en la vida de la Corte Castellano-Leonesa, y se tienen noticias de su intervención a favor del infante Don Alfonso, hijo de Juan II de Castilla y hermano del entonces monarca castellano Enrique IV y de Isabel la Católica.

martes, 2 de octubre de 2007

Gabriela Mistral: entre alegrías y temores

Gabriela Mistral: entre alegrías y temores

Por Bergson Rosario

Lo que ayer fue, hoy,
necesariamente, no tiene que ser
BR

El mundo de la literatura hispanoamericana sufrió, en los últimos días, una fuerte embestida del capricho de la historia. Una noticia, que estalló en los confines de los continentes que conforman los espacios periodísticos anunciando una buena nueva, ha causado un revuelo en el mundo de la literatura, sobre todo en el la historia de la literatura, cuando se informa acerca del hallazgo de un lote de manuscritos perteneciente a la poeta del postmodernismo chileno, Gabriela Mistral.

Según está contemplado en la noticia, la galardonada poeta, Premio Nobel de Literatura 1945, había dejado un legado contentivo de 105 cajas de manuscritos inéditos a su amiga, la norteamericana Doris Dana, quien guardó celosamente el tesoro literario en su casa de Massachussets, hasta que la muerte le sorprende a los 86 años de edad.

A su muerte, en sus deseos testamentarios, la señora Dana le legó todo a su sobrina Doris Atkinsonts, quien a su vez regresó al gobierno chileno todo el patrimonio de la insigne escritora Mistral, incluyendo los beneficios que por derecho de autor les correspondían. Según la noticia divulgada, los manuscritos superan con creces la obra hasta ahora publicada de la poeta.
Entre los manuscritos inéditos encontrados existen libros, cartas, documentos, fotografías y recuerdos personales hasta este momento desconocidos.

Hasta aquí, nos sentimos estar extasiados frente al pórtico de una noticia que para cualquiera resulta no ser más que un acontecimiento de los que la vida nos tiene acostumbrados a asistir cotidianamente. Sin embargo, cuando tuve en mis manos el pliego noticioso arrugué el entrecejo y a seguida fui invadido por extrañas alegrías y frívolos temores.

Conociendo lo meticulosa y exigente que fue consigo misma, en términos de la corrección de sus producciones estéticas, nos invade la interrogante de si con el hallazgo de los manuscritos la figura de nuestra poeta salga fortalecida porque sean de mayor calidad que lo que conocemos o, por el contrario, se resquebraje la memoria social que este presente le guarda en función de su obra conocida por el mundo.

¿Qué ocurriría en el hipotético caso de que esos manuscritos no llenen las expectativas que en torno a la egregia figura de Gabriela Mistral nos ha formado la historia?

La respuesta a esta interrogante engendraría mis temores en el caso de que la obra conocida sea de inferior calidad que la que hasta ahora ha estado inmersa en la oscuridad del anonimato a que ha sido sometida a través del tiempo. En el supuesto de que así sucediera, ¿cómo seguirá viendo sus seguidores la presencia de ella en los abundantes intersticios de la historia literaria de Hispanoamérica y el mundo? ¿Se vería amenazado el merecido reconocimiento depositado en sus hombros por la humanidad? o, por el contrario, ¿se fortalecería aún más el recuerdo de la poetiza en la conciencia social del universo?

Nosotros esperamos lo que mejor convenga a la insigne poeta; sin embargo, nos gustaría, y en ello depositamos nuestras fervientes esperanzas, ver refulgir aún más la augusta presencia de Gabriela Mistral en los inmensos laberintos del parnaso.