Por Bergson Rosario*
Desde hace mucho tiempo ha constituido para mí una gran preocupación el surgimiento de una nueva manera de plantear, ante el cosmos, las realidades, que como producto de la filosofía del sentir estético nos han ofrendado estos tiempos. Desde finales del siglo XX vienen aconteciendo hechos y situaciones que nos exigen repensar seriamente hacia dónde nos dirigimos como intérprete de la parte atinente a la producción de la belleza a través de la palabra escrita.
Esta preocupación se ve aupada por el surgimiento de situaciones, reales o creadas por el hombre mismo, que nos impulsan a pensarnos de otra manera. Dentro de esa gama de problemas y preocupaciones, el hombre está bailando un son, producido por él, que a cada instante lo enajena y lo impulsa a vagar en una atmósfera repleta de ausencia en sí misma, produciéndose en él la sensación del vacío interior que lo lleva a flotar en el marco de la niebla originada en la nada. Ese nadismo está arropando a los jóvenes escritores que se ven precisados a dejarlo colar en sus producciones literarias. Esta atmósfera cada vez más densa nos hace pensar en un neo-existencialismo literario.
El final del siglo XX y principio del XXI, por los que atraviesa la comunidad mundial, han sido ferozmente atacados por la inseguridad de una humanidad amenazada por el desaparecimiento del modelo económico y social que viene manejando la barca de su propia existencia con innumerable destino. Tanto en la economía, la política, la religión y en la vida cultural nos estamos viendo arrastrados hacia la insondable profundidad oscura de la nada. Los viejos accionan a los que se ha aferrado el mundo están presentando los síntomas que definen la decadencia de las estrategias usadas para conducir el mundo. La dialéctica está operando desde la oscuridad lentamente pero con marcada convicción del imperio de los cambios y la sustitución del vetusto hacer por un régimen de total novedad que a la postre se impone en la manera de pensar de cada uno de los que conforman la humanidad. Ese desplazamiento modélico en todos los estamentos sociales, como producto de la dialéctica, va ocasionando un espacio, el vacío, propicio para ser ocupado por las nuevas generaciones con sus nuevas formas de plantear el pensamiento de la época surgida del mundo de vacío y soledad en que nos encontramos. Así surge una generación joven perfilada en el contexto escritural como las responsables de que se hable de una filosofía del escribir totalmente transformada capaz de satisfacer las expectativas de la estética de lo todavía observado por el hombre en su entretejer el pensamiento para producir belleza a través de las palabras y la manifestación de la estética.
A esta estética, por la fuerza de la investigación que día a día nos vemos precisados a realizar, hemos querido bautizarla como la Poética de la Soledad y el Vacío. Con ello estamos dando respuesta a las necesidades de saber hacia dónde encaminamos nuestros pasos sobre la superficie de la incipiente senda poética transitada inconcientemente por los jóvenes poetas.
Bien sé que muchos de ellos sólo escriben como una forma para expulsar a sus encantadores demonios, los que por infinidad de razones, se han refugiado en la poesía, sobre todo, como una última oportunidad de conocer la sardónica actitud de la vida frente a su propia realidad. Estos jóvenes escritores, es muy posible, que no insistan en proseguir con el ropaje de las aves en las manos para continuar con la producción literaria. Aún así, moriré satisfecho de haber hecho con ellos lo que no encontré quien lo hiciera conmigo en mis primeros pinitos por los intrincados y tortuosos caminos de la literatura. Sin embargo, siento que una gran parte de ellos hará de la literatura una ruta segura y constante para lograr el último peldaño en la escalera del parnaso de las letras dominicanas. En mis intenciones, existe la posibilidad de seguir hurgando en los rincones de las aulas universitarias para encontrar a los jóvenes interesados en explotar sus dotes de creadores; seguiré comentando y orientando sus producciones para ofrecerle la oportunidad de ser expuestos a la luz del sol radiante de la sociedad con capacidad de valorar el esfuerzo de ellos.
* Profesor de la Cátedra de Historia de la Literatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Desde hace mucho tiempo ha constituido para mí una gran preocupación el surgimiento de una nueva manera de plantear, ante el cosmos, las realidades, que como producto de la filosofía del sentir estético nos han ofrendado estos tiempos. Desde finales del siglo XX vienen aconteciendo hechos y situaciones que nos exigen repensar seriamente hacia dónde nos dirigimos como intérprete de la parte atinente a la producción de la belleza a través de la palabra escrita.
Esta preocupación se ve aupada por el surgimiento de situaciones, reales o creadas por el hombre mismo, que nos impulsan a pensarnos de otra manera. Dentro de esa gama de problemas y preocupaciones, el hombre está bailando un son, producido por él, que a cada instante lo enajena y lo impulsa a vagar en una atmósfera repleta de ausencia en sí misma, produciéndose en él la sensación del vacío interior que lo lleva a flotar en el marco de la niebla originada en la nada. Ese nadismo está arropando a los jóvenes escritores que se ven precisados a dejarlo colar en sus producciones literarias. Esta atmósfera cada vez más densa nos hace pensar en un neo-existencialismo literario.
El final del siglo XX y principio del XXI, por los que atraviesa la comunidad mundial, han sido ferozmente atacados por la inseguridad de una humanidad amenazada por el desaparecimiento del modelo económico y social que viene manejando la barca de su propia existencia con innumerable destino. Tanto en la economía, la política, la religión y en la vida cultural nos estamos viendo arrastrados hacia la insondable profundidad oscura de la nada. Los viejos accionan a los que se ha aferrado el mundo están presentando los síntomas que definen la decadencia de las estrategias usadas para conducir el mundo. La dialéctica está operando desde la oscuridad lentamente pero con marcada convicción del imperio de los cambios y la sustitución del vetusto hacer por un régimen de total novedad que a la postre se impone en la manera de pensar de cada uno de los que conforman la humanidad. Ese desplazamiento modélico en todos los estamentos sociales, como producto de la dialéctica, va ocasionando un espacio, el vacío, propicio para ser ocupado por las nuevas generaciones con sus nuevas formas de plantear el pensamiento de la época surgida del mundo de vacío y soledad en que nos encontramos. Así surge una generación joven perfilada en el contexto escritural como las responsables de que se hable de una filosofía del escribir totalmente transformada capaz de satisfacer las expectativas de la estética de lo todavía observado por el hombre en su entretejer el pensamiento para producir belleza a través de las palabras y la manifestación de la estética.
A esta estética, por la fuerza de la investigación que día a día nos vemos precisados a realizar, hemos querido bautizarla como la Poética de la Soledad y el Vacío. Con ello estamos dando respuesta a las necesidades de saber hacia dónde encaminamos nuestros pasos sobre la superficie de la incipiente senda poética transitada inconcientemente por los jóvenes poetas.
Bien sé que muchos de ellos sólo escriben como una forma para expulsar a sus encantadores demonios, los que por infinidad de razones, se han refugiado en la poesía, sobre todo, como una última oportunidad de conocer la sardónica actitud de la vida frente a su propia realidad. Estos jóvenes escritores, es muy posible, que no insistan en proseguir con el ropaje de las aves en las manos para continuar con la producción literaria. Aún así, moriré satisfecho de haber hecho con ellos lo que no encontré quien lo hiciera conmigo en mis primeros pinitos por los intrincados y tortuosos caminos de la literatura. Sin embargo, siento que una gran parte de ellos hará de la literatura una ruta segura y constante para lograr el último peldaño en la escalera del parnaso de las letras dominicanas. En mis intenciones, existe la posibilidad de seguir hurgando en los rincones de las aulas universitarias para encontrar a los jóvenes interesados en explotar sus dotes de creadores; seguiré comentando y orientando sus producciones para ofrecerle la oportunidad de ser expuestos a la luz del sol radiante de la sociedad con capacidad de valorar el esfuerzo de ellos.
* Profesor de la Cátedra de Historia de la Literatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
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